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[CUANDO TENÍAMOS MIEDO A LA OSCURIDAD]

Actualizado: 30 abr





Hoy, tras un apagón general que ha dejado a todo un país sin electricidad —y a más de uno sin su ración diaria de ansiedad digital— he recordado una época que parece de otro universo.


"Una época en la que teníamos miedo a la oscuridad, no miedo a no tener Wi-Fi."

Los nacidos en los 70 recordamos bien aquellos días de tormenta en los que, con un par de truenos bien dados, la casa entera se sumía en una oscuridad espesa como sopa de lentejas mal colada.

"Quizás la luz que buscamos no estaba en la pantalla, sino en el silencio de una vela olvidada."

Y no pasaba nada.

Se sacaban velas, se ponían en fila como monjes esperando la iluminación, y nos sentábamos en un sofá de skay —sí, de esos que en verano te arrancaban la piel si intentabas moverte— a esperar.


Esperar sin hacer nada. O mejor dicho,escuchando.

Escuchando historias de los mayores, que en aquel entonces sabían hablar sin necesidad de memes ni gifs animados. Relatos de guerras, amores prohibidos, casas encantadas, abuelos que llegaron caminando desde pueblos que hoy ya no existen ni en Google Maps.

"Volvió la luz, pero seguimos apagados. La revolución empieza en modo avión."

Y nosotros, pequeños budas en formación, atendíamos. No con la ansiedad de quien mira de reojo una notificación, sino con la entrega de quien sabe que en ese instante no hay más mundo que la voz que habla y el crepitar de una vela con funda plástica roja y en ocasiones serigrafiada con un "Corazón de Jesús" o "San Pancracio" en el caso de los hogares que creían que la salud y el trabajo se daban la mano..


Si había que ir al desván a por más velas, se hacía con una linterna de luz intermitente que parecía un faro de naufragio. Y sí, claro que teníamos miedo. Pero era un miedo de verdad, no este terror prefabricado en serie que ahora se vende en cómodos pagos mensuales. Era el miedo noble de no saber qué vendría después, y aún así seguir

caminando.

"A veces la oscuridad alumbra más que mil pantallas encendidas."

A veces creo, como en Macondo, que si fuiste feliz en un lugar o en un tiempo, es mejor no volver. Porque la memoria embellece, porque los fantasmas del pasado suelen tener mejor luz que los flashes del presente. Y porque cuando regresa la electricidad —y con ella el incesante bombardeo de mails, noticias, deadlines, mensajes de voz de 7 minutos y memes de gatitos hechos con IA—, uno entiende que, por muy bonito que haya sido recordar, estamos atrapados.


Atrapados en un sistema que ya no necesita cadenas de hierro: nos basta con no poder desconectar el móvil.

Hoy se fue la luz.

Hoy recordé que hubo un tiempo en que la oscuridad era un regalo incómodo que nos obligaba a mirar hacia dentro. Hoy supe que, aunque haya vuelto la electricidad, seguiremos apagados.


Y la única revolución posible, quizás, sea esa:

Sentarse en el sofá, apagarlo todo, y volver a tener miedo. Pero de verdad.

"El verdadero apagón no es eléctrico: es olvidar quiénes éramos en la oscuridad."

{David Köemman}c


 
 
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