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¿CUÁNTO HACE QUE NO RÍES?



Ríete. Pero de verdad. No de otros, sino contigo. Ríete de lo que has superado, de lo que temiste y no pasó, de la broma del destino, de los vaivenes del alma. Ríete con esa carcajada que nace hondo, en el vientre, en la garganta, en los ojos.

¿Cuánto hace que no ríes?

No me refiero a ese gesto amable, social, que dibujamos para parecer cordiales. Hablo de esa risa limpia que estalla sin pedir permiso, que brota como manantial en la montaña, que no juzga ni pretende, que simplemente... ES.


Vivimos en un mundo que ha olvidado reír.

Occidente, con su ritmo frenético, sus exigencias de productividad, su culto a la apariencia y al deber, nos ha ido robando la risa. Nos han domesticado para ser serios, correctos, eficientes. Rápidamente dejamos de jugar, de imaginar, de danzar en la sala, de cantar a pleno pulmón o de hacer monerías frente al espejo. Nos volvimos adultos, y en muchos casos, adultos amargados. La risa, cuando es verdadera, es un acto de desobediencia espiritual. Una forma de recordar que estamos vivos. Que el alma no se marchita si la cuidamos. Que hay una alegría que no depende de tenerlo todo bajo control.

La risa como medicina

En muchas tradiciones orientales, la risa es vista como un acto de salud y de sabiduría. En el budismo, especialmente en la corriente Zen, existe el concepto del "monje que ríe". Se refiere a ese sabio que, al comprender la impermanencia de todas las cosas, no puede evitar reír de la seriedad con la que el mundo se toma a sí mismo. Ríes cuando sueltas el control. Ríes cuando dejas de resistir. Ríes cuando comprendes, desde lo más profundo, que no hay nada que temer, porque el yo que teme no es real. Es un eco, una sombra.

En algunas culturas sudamericanas, los abuelos se reían con una sabiduría ancestral. Reían para curar, para armonizar, para hacer que la comunidad se sienta tribu. En los rituales amazónicos, la risa acompaña a menudo las purgas, como si al vomitar el cuerpo, el alma también necesitara soltar su propia toxicidad a través de la risa.


¿Y cuántas veces reímos en nuestras ciudades grises? ¿Cuándo fue la última vez que bailaste sin preocuparte por el ridículo, o barriste tu casa como si coreografiara tu escoba Potty o Mario Vaquerizo? ¿Cuándo fue la última vez que escribiste una carta absurda, o pintaste con los dedos sin querer colgar el resultado en Instagram?

Reír no es burlarse

Hemos confundido reír con burlarse. Reír con sarcasmo. Reír con herir. Pero esa no es risa verdadera. Esa es defensa. Es máscara. La risa que sana no tiene víctimas. No ridiculiza. No se apoya en el dolor ajeno. La risa que nos hace humanos está llena de luz. Es la del niño que descubre una mariposa en la ventana. Es la de los amantes que tropiezan y se revuelcan en el pasto. Es la del viejo que recuerda un error del pasado y se ríe de su antigua seriedad.

Compartir en soledad, pertenecer en libertad

Uno de los grandes malentendidos de nuestro tiempo es pensar que para reír hay que estar rodeado de gente. Pero también se puede reír en soledad. Y mucho. En la filosofía budista se habla del "gozo interior", ese regocijo que nace de estar en paz con uno mismo, de no necesitar que la vida sea distinta. Cuando uno se acepta de verdad, con sus luces y sus lóbulos oscuros, con sus contradicciones y sus logros pequeños, entonces puede sonreír al espejo. Puede bailar mientras cocina. Puede escribir con humor sobre su dolor.

Y en esa soledad plena, aparece la tribu. No una tribu cualquiera. No una jauría de juicios. Sino una tribu consciente. Gente que se encuentra desde la autenticidad, no desde el miedo a estar solo. Gente que ríe contigo, no de ti.

El alma necesita expresarse

Reír, bailar, pintar, escribir, barrer con intención. Son todas formas de expresar el alma. De recordarnos que no somos máquinas. Que no vinimos a cumplir mandatos ajenos. Que no se trata de sobrevivir, sino de VIVIR. En muchas enseñanzas de la India se habla del "Lila", el juego divino. El universo entero, según esta visión, es una danza de energías en juego. Dios (o la conciencia universal) juega a olvidarse de quién es, para luego recordarlo en forma de risa, de revelación, de despertar. Tú también puedes jugar. Puedes crear tu propia danza. Puedes pintar mandalas en el aire con tus dedos. Puedes barrer como si limpiaras un templo. Puedes escribir poemas que no rimen, pero que digan la verdad.

La risa es resistencia

En tiempos oscuros, la risa es un acto revolucionario. Cuando todo invita al miedo, al consumo, al juicio, a la competencia... reír es un acto de libertad. No rías porque todo esté bien. Ríes porque entiendes que no necesitas que todo esté bien para estar en paz. Ríes porque tu alma es más antigua que tus problemas. Ríes porque eliges no seguir alimentando la sombra. Mucha gente cree que reír es superficial. Pero hay risas que nacen de un corazón profundamente espiritual. Risas que han pasado por el duelo, por la enfermedad, por la pérdida... y aún así eligen la alegría. La alegría no es un lujo. Es una necesidad vital. Como respirar. Como amar. Como sentirse parte.

El niño interno y la sabiduría

Quizá has oído hablar del "niño interior". Ese aspecto nuestro que aún recuerda cómo era vivir sin miedo al juicio. Reíamos con la boca abierta, sin taparnos, sin pedir permiso. Reíamos porque sí. Ese niño no está perdido. Está dormido. Puedes despertarlo.

¿Cómo? Permitándote el juego. El error. La torpeza. La canción mal cantada. El chiste malo. El dibujo sin proporciones. La cocina improvisada. El mensaje absurdo. La carcajada. Como dicen en el budismo tibetano: "La sabiduría es el equilibrio entre la compasión y el gozo". Si solo eres compasivo, pero no sabes gozar, te quemas. Si solo gozas sin compasión, te vuelves frívolo. Pero cuando puedes reír y abrazar el sufrimiento del mundo al mismo tiempo, te conviertes en medicina.

Vuelve a reír

No necesitas una razón para reír. Solo necesitas espacio. Tiempo. Permiso. Intención.

Hoy puedes comenzar. Apaga el juicio. Enciende la música. Escribe sin sentido. Mira tus fotos antiguas. Manda un mensaje absurdo a un amigo. Sé tonto un rato. Y si puedes, ríe con alguien....

Si no, ríe contigo. Ríe con tu alma.

Porque si no reímos, la batalla está perdida.

Porque reír es recordar que estamos vivos.

Porque la risa, cuando nace de la luz, de la bondad, del juego, es una oración que no necesita palabras.


Y tú, ¿cuánto hace que no ríes?


{David Köemman}©


 
 
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