[Diálogos para Sanar]
- DAVID KÖEMMAN
- 8 ene
- 3 Min. de lectura

En la senda de la vida, todos hemos tropezado con almas cargando mochilas de dolor.
Algunos caminan bajo la sombra de una enfermedad crónica, otros están reconstruyendo su mundo tras un huracán emocional o físico. Y es que, a veces, ser humano duele. En esos momentos, la comunicación puede ser la diferencia entre avivar una chispa de esperanza o apagarla sin querer. Pero, ¿cómo podemos acompañar con palabras a quienes transitan por estos desafiantes paisajes?
Imagina que estás frente a un jardín que ha sido golpeado por una tormenta. Algunas flores están marchitas, otras se esfuerzan por levantarse. No entras al jardín con botas de hierro, ¿verdad? Lo haces con cuidado, buscando no aplastar más lo que ya lucha por florecer. Así es como debería ser nuestra comunicación con alguien en proceso de recuperación: un acto de jardinería verbal, donde cada palabra es una gota de agua o un rayo de sol.
Regla de oro: Escucha antes de hablar
Uno de los mayores errores es asumir que sabemos lo que el otro necesita o siente. Antes de ofrecer palabras, ¿has ofrecido tu silencio? La escucha activa no es solo oír; es recibir lo que el otro dice con todos tus sentidos. Es como abrir una ventana para que entre aire fresco, dejando fuera juicios y consejos no pedidos.
Frases que abren puertas, no cierran ventanas
¿Cuántas veces hemos dicho algo con buena intención, pero nuestro mensaje se perdió en el ruido de la falta de empatía? La clave está en elegir palabras que no minimicen el dolor, que no comparen y que validen la experiencia del otro.
Aquí tienes 10 frases que pueden ser como una manta en una noche fría:
“Estoy aquí para ti, sin prisas ni condiciones.”
“¿Cómo te sientes hoy? Lo que sea que necesites decir, estoy dispuesto a escuchar.”
“Entiendo que estás pasando por algo difícil. No tienes que enfrentarlo solo/a.”
“Es normal sentirte así. Tu proceso es válido y único.”
“¿Hay algo que pueda hacer por ti ahora mismo?”
“No tienes que ser fuerte todo el tiempo. Permítete sentir.”
“Tómate tu tiempo. No hay un cronograma para sanar.”
“Aunque no pueda entender completamente lo que sientes, quiero acompañarte en lo que necesites.”
“¿Cómo te puedo apoyar mejor en este momento?”
“Tu bienestar importa, y estoy contigo en esto.”
El arte de no hacer más daño
Evita frases que empiezan con “Al menos…” o “Debes ser positivo/a…” o "Eres más fuerte de lo que piensas.." o "Puedes con eso y con más"... Estas expresiones, aunque bienintencionadas, tienden a invalidar el dolor del otro. Tampoco intentes “arreglar” la situación de inmediato. A veces, lo que se necesita no es una solución, sino una mano que sostenga, una voz que diga: “Te veo. Importas.”
La música del acompañamiento
Imagina que estás tocando un instrumento junto a alguien que está creando una melodía distinta. Tu papel no es liderar, sino acompañar, seguir el ritmo del otro sin intentar imponer el tuyo. Cada palabra que dices es como una nota. Si escuchas y observas, sabrás cómo crear una armonía que sostenga en lugar de desentonar.
Comunicar con empatía es un acto de amor y respeto. Es reconocer que, aunque no podamos cargar la mochila del otro, podemos caminar a su lado. Porque al final, todos somos jardineros en el corazón de quienes amamos.
{David Köemman}©
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