[DULCE DE MEMBRILLO]
- DAVID KÖEMMAN
- 16 dic 2024
- 2 Min. de lectura

La tarde asoma. Big Black Car viene de visita a mi oído, como un beso de esos inesperado. Oscuro ya. Justo suena el timbre. Son días de aroma a turrón y esos malditos panetones que se han colado en nuestra cultura a través de los archienemigos italianos. No entiendo desde cuándo nuestro país perdió sus costumbres. También el "ding-dong" sustituye al "cucú" de la hora punta en aquellos salones-comedor de los años 80, donde nos quedamos maravillados con aquel autómata de madera, y ahora, flipamos con lo que hace una inteligencia artificial.
Al abrir, esperaba al repartidor de Amazon, pero no. Era la única persona que me ha acompañado en las noches y momentos más jodidos de estar hospitalizado: un ser silencioso que, cuando yo abría los ojos postrado en cama, entre máquinas que pitaban y goteos, siempre estaba allí, sin olvidar a mi tía Reme. .
Llegaba como un pastorcillo de Belén: anorak con capucha y pelos, y entre las dos manos, una bandeja de dulce de membrillo o encodonyat , como decimos los valencianos.
Exquisito. Su madre lo ha preparado y mandado para mí en forma de recado. Cuánta gente me cuida y se preocupa por mí. Qué cierto es que, cuando posas la mirada en lo bien que te trata la vida a través de la gente, necesitas folios a punta pala para escribir a diario palabras de agradecimiento.
El dulce de membrillo me absorbe a los brazos de mi abuela. No solía cocinarlo muchas veces, pero cuando lo hacía, para mí era el mejor (supongo que como le pasa a todos con la cocina de sus abuelas o madres). Mi abuela me crió, y esto es una putada, ya que estar en manos de alguien que te consiente, provoca mucho daño colateral. Aunque, a decir verdad, tiene un beneficio personal increíble: creces sin saber lo que es un zapatillazo a tiempo. Haces lo que quieres porque no sabes qué es lo prohibido y qué no. "Deja que el viento sea tu maestro y la tierra tu escuela. Un niño libre aprende del mundo, no de las cadenas. Crecer solo no es soledad, es descubrir la independencia..."
Y un largo etcétera de frases preciosas. Quien me conoció de pequeño, en este preciso momento estará pensando: "Una hostia a tiempo y estarías trabajando en una fábrica a cuatro turnos". Pero bueno, no me la dieron. Aunque, entre tú y yo, lo hubiera preferido a las que me he dado de mayorcito. Sin embargo, seguiré defendiendo la experimentación de la vida.
Mi iaia Xelo se fue tal día como hoy. Me acabo de acordar mientras escribía, así que me sonrío al pensar que ella habrá movido hilos para hacerme llegar este sano y dulce de membrillo de manos de Laura, la madre de la susodicha que no pide permiso y se cuela por mis grietas hasta la cocina. .
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[PSEUDO_POESÍA IV]
Membrillo de membresía
de cortesía necesaria,
franela caliente
repleta de bolas de nieve,
perfume de Goji
y dátiles en las nubes.
[David Köemman] ©