[ERA BROMA]
- DAVID KÖEMMAN
- 28 dic 2024
- 3 Min. de lectura

Hay algo profundamente humano en la risa.
Nos conecta, nos libera, nos sana. Pero el humor, esa chispa que ilumina la vida, no siempre es tan inocente como parece. A veces es un disfraz, una excusa o, incluso, una forma de evitar enfrentar verdades incómodas. ¡Cuántas veces no hemos dicho, casi como un mantra defensivo, "era broma"!
En lo cotidiano, el humor cumple muchas funciones. Es un puente entre las personas, pero también puede ser un escudo. Psicológicamente, las bromas nos permiten abordar temas difíciles desde una distancia segura.
Es como si dijéramos: "Puedo hablar de esto, pero sin desnudarme del todo".
Sin embargo, este escudo también tiene su trampa. Una broma puede encubrir una crítica, un dolor o incluso una verdad que no estamos listos para asumir.
Cuando alguien dice "era broma" después de algo hiriente, está revelando más de lo que pretende esconder. Está dejando entrever un conflicto interno: el deseo de expresarse, pero también el miedo al rechazo o a las consecuencias. Es una danza entre lo dicho y lo no dicho, entre la vulnerabilidad y la armadura.
Curiosamente, el humor también tiene un lugar especial en el camino espiritual. En el budismo, por ejemplo, los monjes suelen ser representados como figuras serias y meditativas, pero si has tenido la suerte de conocer a alguno, sabes que la risa es una constante en su vida. No es un humor superficial; es un humor que nace de una comprensión profunda de la vida.
¿Por qué los monjes budistas siempre ríen?
Porque entienden algo que muchos de nosotros olvidamos: la vida es un chiste, pero no en el sentido trivial. Es un chiste porque nos tomamos demasiado en serio nuestras preocupaciones, nuestros dramas, nuestras identidades. La risa de un monje es un recordatorio de que, en el gran esquema de las cosas, aquello que parece tan importante es, en realidad, efímero.
Desde una perspectiva espiritual, el humor es una forma de desapego. Al reírnos de nosotros mismos, dejamos de identificarnos con nuestras limitaciones y errores. La risa se convierte en un acto de liberación, una manera de soltar el peso del ego. ¡Y qué poderoso es eso!
¿Cómo podemos usar el humor de manera constructiva?
Primero, debemos ser honestos con nosotros mismos. Cada vez que digamos "era broma", preguntemos: ¿Qué quería decir realmente? ¿Había algo de verdad en mis palabras? El humor puede ser una herramienta de exploración personal si estamos dispuestos a mirar lo que hay detrás de nuestras bromas.
Segundo, practiquemos un humor compasivo. Las mejores bromas no hieren; iluminan. Hacen que las personas se sientan vistas y comprendidas, no atacadas. Este tipo de humor crea conexiones en lugar de divisiones.
Por último, aprendamos a reírnos de nosotros mismos. No con un tono autodestructivo, sino con amor. La próxima vez que tropieces o cometas un error, ríe. Reconoce que eres humano, que estás aprendiendo y creciendo. En esas risas encontrarás una sabiduría que va más allá de las palabras.
En el fondo, todos formamos parte del gran chiste universal. La vida misma es una paradoja: tan seria y, a la vez, tan absurda. Tal vez por eso los monjes budistas ríen. Ellos ven lo que nosotros a menudo no podemos: que el sufrimiento pierde su poder cuando dejamos de tomarlo tan en serio.
Así que la próxima vez que sueltes un "era broma", detente un momento. Piensa en lo que realmente querías decir. Quizá descubras algo importante sobre ti mismo. Y mientras tanto, no olvides reír.
La risa es la llave que abre las puertas del alma.
¡Ríe, pero ríe con intención! ¡El mundo necesita más risas llenas de verdad y menos "era broma"! 🌈
Hoy día de los inocentes...
{David Köemman}©
LA BANDA SONORA DEL POST DE HOY: