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[HAZLO o REVIENTA]



Hazlo de corazón y deja que la vida te sorprenda.

¿Sabes esa sensación cuando haces algo por alguien y no te dan ni las gracias? Como cuando sujetas la puerta con una sonrisa digna de un comercial de pasta dental, y la otra persona pasa como si fueses un fantasma. Buuuf. Lo entiendo. Pero aquí va la gran lección: la vida no es un intercambio de favores, es un acto de amor.


Los budistas nos acogemos a una frase que dice: “Actúa sin apego a los frutos de tus acciones”. En cristiano: haz lo que tengas que hacer y no te preocupes por los resultados. Porque, ¡ojo!, cuando haces las cosas de corazón, sin esperar medallas ni aplausos, la vida te empieza a sonreír en los momentos más insospechados. Eso sí, muchas veces estamos tan ocupados mirando lo que no tenemos que ni siquiera vemos las sonrisas que la vida ya nos está regalando.


Esperar algo es como ponerle un bozal al karma.

Imagínate que el karma es un perro juguetón. Si lo atas y le dices: “Mira, quiero que me devuelvas este favor exacto”, el perro se sienta, te mira y piensa: “Mira, colega, así no funciono”. Pero si lo dejas libre, el karma corre, brinca y de repente te trae cosas que ni sabías que necesitabas.


Hacer algo con expectativas es como plantar una semilla y desenterrarla cada cinco minutos para ver si ha crecido.

Así noo funciona. Las cosas bonitas crecen cuando las dejas ser. Cuando ayudas sin pensar en cómo volverá, cuando dices “te amo” sin esperar que te respondan, cuando sonríes sin importar si te devuelven la sonrisa. Ahí está la magia.


El momento en que la vida te sonríe y no lo ves.

¿Cuántas veces has tenido un día horrible, tipo lluvia, tráfico y café derramado, y de repente algo pequeño sucede? Tal vez alguien te deja pasar en la fila del supermercado, o escuchas una canción que te devuelve a un momento feliz. Esos son los guiños de la vida. Son diminutos, pero poderosos.


Lo que pasa es que muchas veces estamos tan enfocados en el drama del momento que no los notamos. Es como ir caminando con la cabeza gacha, quejándote de la lluvia, mientras un arcoíris gigante brilla sobre ti. La vida está llena de sonrisas, pero tú decides si quieres verlas o no.


Hazlo porque sí, y la paz te seguirá.

Hacer las cosas de corazón no solo hace bien a los demás, también te libera. Te deja esa sensación ligera, como cuando terminas de limpiar un armario. Actuar sin esperar nada a cambio es el mayor acto de libertad que puedes regalarte.


¿La vida te sonreirá siempre? Bueno, no. Habrá días en los que la vida parecerá más bien un jefe gruñón o un Guardia Civil de los '70. Pero en esos días, el hecho de haber actuado de corazón ya te habrá llenado de algo que ni el jefe gruñón puede quitarte: paz interna. Como dice mi maestro: “La verdadera recompensa de dar es descubrir que ya lo tenías todo”.


Así que, la próxima vez que sujetes una puerta y no te den las gracias, sonríe. Hazlo porque tú elegiste ser amable, porque ese pequeño acto nació de tu corazón. Al final, no es sobre cómo reaccionan los demás, sino sobre cómo eliges vivir tú. Hazlo de corazón, y quién sabe: tal vez la vida ya te está sonriendo, solo necesitas levantar la mirada para verla.



{David Köemman}©


 
 
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