top of page
Buscar

[¿POR QUÉ NO TE CALLAS?

Hoy, mientras sorbo mi té, sentado frente al iMac con las manos deslizándose entre diseños de cursos y páginas de mi Diario de Gratitud, me encuentro pensando en algo que me inquieta. Esa escena repetida en bucle donde alguien te aborda, aparentemente para escucharte, pero apenas abres la boca te inunda con su alud de problemas.

Personas que, sin mala intención, tal vez, te convierten en un cubo de basura emocional.

Ahí están, ansiosas, con esa energía que huele a desahogo. Y tú, por muy Buda en proceso que seas, terminas agotado, drenado y cargando con una mochila que ni siquiera es tuya.


Empiezo a escribir esto porque, aceptémoslo, todos hemos sido ese cubo alguna vez. Y también, si somos honestos, hemos lanzado nuestra basura emocional sobre otros. La cuestión es: ¿qué hacemos con esta dinámica sin que se nos desmorone la paz interior? ¿Cómo combinar el estoicismo y el budismo para salir ilesos?

El estoicismo enseña algo claro: el límite entre lo que controlas y lo que no.

Cuando alguien llega con su monólogo de desgracias, lo primero es recordar que no eres responsable de arreglarlo. Puedes escuchar, puedes empatizar, pero el mundo de esa persona no depende de ti. Dicho esto, no se trata de frialdad, sino de sabiduría. Escucha desde el corazón, pero pon una barrera suave, casi invisible, entre lo que esa persona siente y lo que decides hacer con ello.

El budismo aporta el ingrediente mágico: la compasión consciente.

No se trata solo de sentir lástima o "querer ayudar". Es conectar desde un espacio donde no hay juicio, donde tu presencia basta. Si logras estar ahí, presente, sin intentar solucionar ni absorber esa energía, habrás encontrado el equilibrio. La persona lo percibe, y a veces, solo necesita saber que alguien la ve, la reconoce, sin ser devorado por sus sombras.


Pero también está el límite, ese que cuesta tanto marcar, sobre todo si te han enseñado que ser "buena persona" implica cargar con el mundo. La psicología positiva da un consejo de oro: la asertividad. Decir "no" sin sentirte culpable. No tienes que estar disponible las 24 horas como si fueras un cajero automático emocional. Puedes ofrecer tu escucha, claro, pero también puedes, con todo el amor del mundo, decir: "Entiendo por lo que estás pasando, pero ahora mismo necesito un respiro. Hablemos otro día con más calma".


Hay un ejercicio que suelo hacer cuando me veo atrapado en esta telaraña: visualizo un lago. Ese lago soy yo. Calmo, sereno. Cuando alguien lanza una piedra, se forman ondas, pero nunca destruyen el lago. No me convierto en las ondas, sigo siendo agua. Aprender a ser lago es un arte que, como todo, requiere práctica.


Mientras termino mi té, pienso en ti, que tal vez también te has sentido usado, o peor, culpable por no "hacer más". No olvides esto (o sí, jajajaj): ser compasivo no significa ser ilimitado. Puedes sostener a otros sin romperte. Y si alguna vez dudas, recuerda este momento: el del té, el iMac y el lago. Ahí, en esa imagen, está la respuesta -creo-.


P.D. El post de hoy lo dedico a mi maestro Ven. Lama Nawang Wangjor que se merece todo el bien y bueno que se le pueda desear -y más-. ¡¡Sarva Mangalam!!

Presentación de nuestro libro "EL BOSQUE DE LAS TULPAS" 21 Junio 2024 (Benicàssim)
Presentación de nuestro libro "EL BOSQUE DE LAS TULPAS" 21 Junio 2024 (Benicàssim)


{David Köemman}©


BANDA SONORA DEL POST DE HOY:



 
 
bottom of page