[¿QUIÉN CAMINA EN TU NOMBRE?]
- DAVID KÖEMMAN
- 26 abr
- 2 Min. de lectura
¿Quién camina en tu nombre?
No hace falta que te inventes. Ya te inventaron.

El lugar donde naciste, el barrio, la casa, la familia, los juegos, las carencias, los abrazos o los gritos...Cada pieza de tu "identidad" fue ensamblada, como un experimento apresurado, hasta construir lo que ahora llamas "yo".Un Frankestein emocional.Un software repleto de líneas de código que ni siquiera escribiste.
El despertar espiritual no es volverse especial, ni volar en meditación. Es darte cuenta —con una lucidez incómoda y brutal— de quién se mueve en ti. De cómo actúas, reaccionas, hablas, amas, odias o compites. Ver o sentir en tu interior, que la voz que suena no es la tuya, sino la grabación de tus primeros años, de tus ancestros, de la cultura, de las heridas y del eco del miedo.
Y para colmo, no caminas solo.Te acompaña un huésped invisible: el ego.
El ego no es malo; es una herramienta, como un martillo. Pero si no sabes que lo llevas en la mano, te golpeas una y otra vez sin darte cuenta. El ego, igual que el móvil en nuestra mano, se ha adueñado de nuestra atención. Secuestra nuestros días, nuestras decisiones y nuestras relaciones, hasta que no queda más que ruido, notificaciones emocionales, alertas de carencias.
¿De verdad crees que eres libre si no ves a tu ego actuar?
Pregúntate:
¿Estoy intentando salvar a otros mientras me ahogo en una piscina de plástico?
¿Necesito ser visto, validado, escuchado a toda costa?
¿Arrastro una envidia cubierta de buenismo?
¿Exijo que mi opinión siempre pese más?
¿Actúo como un niño herido, pero con máscara de adulto exitoso?
Buda enseñó que el "yo" es una ilusión, un agregado de condiciones, percepciones y apegos (los skandhas). No hay "alguien" sosteniendo tu identidad; sólo hay impulsos reciclados.
Advaita Vedanta va aún más allá: no eres el cuerpo, ni la mente, ni el hacedor de tus actos. Eres la conciencia que observa.
Incluso la física cuántica, en su perplejidad, roza esta verdad: el observador no sólo presencia el fenómeno, lo crea.
¿Qué pasaría si dejaras de reforzar cada día la ficción de ti?¿Qué quedaría si dejaras de defender tu nombre, tu historia, tu relato?
Sólo habría Presencia.Y desde ahí, podrías empezar a vivir verdaderamente. No como un Frankenstein programado para sobrevivir, sino como el Silencio que respira, el Testigo que se ríe, el Amor que no necesita excusas.
La liberación no es cambiar lo que eres. Es soltar lo que nunca fuiste.
Hasta que un día, caminando al baño a las tres de la mañana, tropieces contigo mismo... y ya no haya nadie que caiga.
{David Köemman}©