[UNDERGROUND]
- DAVID KÖEMMAN
- 2 ene
- 2 Min. de lectura

Nunca fui de los que llevan diarios. Me parecía cosa de “adolescentes buscando su voz interior” o de tipos con demasiado tiempo libre. Pero, un día, mientras tomaba un café – de esos que se enfrían porque te quedas mirando cómo la luz del sol atraviesa una hoja – pensé: “Tal vez llevar un diario de gratitud no sea tan mala idea. Total, ya tengo suficientes cuadernos abandonados en los cajones como para intentar algo.”
La libreta: el templo de tus pensamientos
Primero, te consigues una libreta. Pero no cualquier libreta; no esas baratas que parecen papel higienico reciclado. Una que tenga peso, estilo, que cuando la veas sientas que merece tus pensamientos. Si no tienes una, tranqui, abre un documento Word. Porque no hay excusas, ni siquiera en el minimalismo budista.
El arte de la gratitud underground
Empezé con una lista simple: tres cosas al día por las que estoy agradecido. Tipo: El olor del café por la mañana, la sonrisa de la vecina o que no me explotó la cafetera.
Con el tiempo, te vuelves un ninja de lo pequeño. Aprendes a notar cómo el viento juega con una bolsa de plástico (a lo "American Beauty") o cómo una flor crece entre las grietas del asfalto. Y, en mi caso, hasta le sacas una foto. Porque, aceptémoslo, la vida también se vive a través del filtro de Instagram.
Pro tips para el alma en modo ON:
Rutina zen: Escribe siempre a la misma hora. Antes de dormir funciona bien. Menos distracciones, más introspección.
El estoico dentro de ti: Si un día fue horrible, agradece por la lección. Como decía Epicteto: “No son las cosas las que nos alteran, sino el juicio que hacemos de ellas.”
Una foto, una palabra: Cada semana, elige un momento y fotográfialo. Ponle una palabra: calma, fuego, risa. Es como un haiku visual.
No te presiones: Esto no es un concurso de virtudes. Si un día no te sale nada, pon algo tipo: "Estoy agradecido porque acabó este maldito martes."
Los beneficios (según yo y los sabios de antaño):
Te enfocas en lo bueno, aunque sea un chiste malo.
Dejas de vivir en piloto automático. Serás como un monje que nota la caída de cada hoja en otoño.
Aprendes a desapegarte del drama. Lo escribes, lo dejas ir. Catarsis básica.
Y ahí lo tienes. No necesitas mucho para empezar, solo un poco de honestidad brutal contigo mismo y algo donde escribir. Al final, un diario de gratitud no es para ser feliz, sino para recordar que, aunque el mundo sea un caos, siempre hay algo que vale la pena. Aunque sea el simple hecho de haber llegado al final de este post sin cerrar la ventana. Eso también cuenta, ¿no?
{David Köemman}©
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