top of page
Buscar

[VIERNES 13]


No es día para casarse ni para embarcarse, pero correré los riesgos innecesarios y ocurrentes para desbocar mi Tauro interno, que lleva unos meses sin entrenar en esto de escribir. 

Mientras conversaba con mi hijo Enzo por videoconferencia, este me mostraba el número 13, sacado de un calendario que le había regalado a su madre. Por otro lado, mi otro hijo, Alain, me manda selfies mientras iba en bicicleta, casi bajo cero, con sus amigos, que, cuando los ves juntos, te invade esa alegría de la diversidad cultural y sacan una sonrisa al ver que son como una estampa de la ONU


Me asomo a la ventana. Aún mis pies, equilibrio y salud no me pueden llevar muy lejos por mí solo, pero las luces se pegan a mi rostro tras el Climalit, como si fueran mosquitos de verano sedientos de chuparte hasta la médula. 


Estas Navidades echaré de menos a mucha gente que amaba como familia. Supongo que en esto consiste vivir: recibir y soltar. Algo de razón llevará la naturaleza al mostrarnos los ríos. 


Hay quien aborrece estas fechas y las tacha de hipócritas; también lo hice yo en su día. Pero caminar por encima de la última hoja del almanaque o calendario nos muestra que parece que son momentos de aplicarse a un ciclo. 


En mi estudio, con las luces apagadas y solo el resplandor de la pantalla del fiel escudero iMac, flota densa en el aire cálido de un radiador la melodía I’m Loving Nothing

¡Joder! Cómo duele, cómo se clava, roza mi epidermis como la punta de un portaminas, minas de esas de guerra, antialma más que antipersonas, esas minas que de repente explotan y te conducen a un pasado tan cercano que te recuerdan la cantidad de sucesos vividos. 


Desde el último Mercurio retrógrado demasiadas personas me han dicho que me comprenden. A mi ser le resulta extraño. Siempre me miraba al espejo y me veía color verde “perro” o negro “oveja” y ahora, de repente, ¿todos entienden cómo soy? Esto me invita a reflexionar y a ver que ya no soy el mismo: con un 50 % menos de masa grasa, sin estómago, sin intestino y con ese pie que hace que pierda el equilibrio por falta de ilusiones y por sobra de dulces. 


¿Y si soy yo quien comprende a los demás? ¿Y si juzgaba más de la cuenta? ¿Y si mi sonrisa decía empatía y mis incisivos se cayeron de morder como un perro de presa? ¿Y si mi enorme vacío, falto de abrazos de madre, se tragaba todo lo que le daban? ¿Y si...? Tantos “y si” que, por momentos, me trasladan a estar en mitad del Easy Rider con 18 años, abrazado e ironizando con algún buen amigo, fumando Polen del bueno y bebiendo Malibú con piña. 


Soy un puto acorazado indestructible, como me solía decir mi socio, el poeta Pastor. Ya conocí el terreno de la lástima y os aseguro que no quiero regalar ni pizca. “Agitador”, me gritaba de forma sorda otro maestro de poetas y hermanastro de ciudad como Don Ángel de Miguel. Y de repente, la Navarra que amo, que tanto incomodo cuando la piso, me abraza por la espalda. Sí, por la espalda, como hacías tú el invierno pasado. Tu olor se mezcla ahora con tu voz, y las notas hacen que preste atención a Yvonne Fair mientras pare de sus cuerdas vocales un mítico It Should Have Been Me


Mi ceguera, tras cataratas y abusos de glucosa, me recuerda que aún me encuentro en el ecuador de operaciones pendientes. Les he cogido cariño a las temperaturas bajas y a esos focos que no calientan pero iluminan y te recuerdan que perder la vista no es sinónimo de dejar de ver. Tengo suerte, sí, de la buena, aunque desde fuera parezcan todo desgracias. Pero la vida es reversible, como esos chubasqueros Karhu que casi todos los pijos grunge de nuestra generación llevamos. 


Ángela no podía tener un nombre más acertado: conoce mi cuerpo más que yo. De hecho, lo ha moldeado, pulido, cortado, remallado, cosido y patronado de una manera exquisita. Desde que clavó su primer bisturí en mí, el mundo de la moda, al cual demuestro mi admiración, cobró otro sentido, casi de deidad. -Hablo de mi cirujana, no se me pongan celosas-. 


Estoy acabando este primer relato de los viernes que me he propuesto realizar como terapia. Seguro que os habéis perdido con vuestros juicios de valor, y ya lleváis casi 10.000 caracteres. Algunos seguís pensando si hay alguna indirecta entre líneas, o si soy un “pupas”, si soy un fracasado, cuál es mi sustento de vida o mil cosas que ni puedo ni quiero imaginar. Como diría el dealer en Pachá: “¿Qué si quiero o qué si tengo?”. Nos perdemos a tantas personas bonitas por juzgar, y hablo desde la praxis personal. 


Me despido con Ain’t No Sunshine, con la misma tristeza de saber que este año, donde afinabas con música negra, han colocado un enorme regalo de luces rojas. Regalo en donde te veo, sin lazos, porque tú nunca has sido de enlazar, aunque el croché lo bordas. 


###


[PSEUDO_POESÍA I] 


Escribo por necesidad 

a sabiendas de que es como 

una letra de vuelta o devuelta. 

De vuelta regresa con odio o amor; 

devuelta es Tramontana de desprecio. 


{David Köemman}©

 
 
bottom of page