¿Y TÚ, QUÉ TAL...?
- DAVID KÖEMMAN
- 29 abr
- 1 Min. de lectura

Dicen los antiguos maestros que somos espejos. Yo debo de ser uno muy grande y reluciente, porque últimamente hay quien viene a verme solo para volcar su basura emocional: frustraciones, miedos, rabias de tercera mano.
Con delicadeza, como quien abre una papelera nueva, me depositan sus dramas y resentimientos, y, acto seguido, con una sonrisa casi insultante, me preguntan:
—¿Y tú qué tal?
Ah, el arte sutil de la inconsciencia.
Parece que no buscan saber de ti, sino asegurarse de que aún existes para seguir usándote como vertedero portátil. No por maldad (¡sería demasiado sofisticado!), sino por pura inercia emocional.
La filosofía budista, esa brújula silenciosa, nos susurra: No te tomes nada personalmente".
Y aquí es donde uno aprende que no es personal cuando alguien te lanza su basura; simplemente no saben qué más hacer con ella. Como quien tira un papel por la ventanilla del coche: no es contra el suelo, es porque no saben sostener su propia basura en las manos.
No somos cubos de basura. No nacimos para absorber las cargas ajenas ni para ir por la vida oliendo a problemas que no son nuestros.
Aprendamos del loto, que florece inmaculado en el barro, pero no se ensucia con él.
Escuchar con compasión, sí. Contagiarnos de la basura emocional ajena, no.
Así que, la próxima vez que alguien te vacíe su camión de quejas, dramas y resentimientos en el regazo, respira, sonríe, y recuerda: no es tuyo.
Déjalo pasar como quien observa una nube.
Y cuando pregunten "¿Y tú qué tal?", responde como un maestro zen:
—Vacío, gracias.
Vacío... y lleno de paz. 🌸
{David Köemman}©